domingo, 9 de octubre de 2005

Danielle

Danielle se marcha mañana, a Córcega, para ver a su familia. Danielle es mi vecino: Álex está terminando de montar un vídeo para él en donde salimos todos, todos menos el Sol, todos menos Sol.
Conozco a Danielle desde hace muy poco: sé que le gusta fumar algún porro, que es un excelente cocinero, que sabe reirse con aquellos diferentes a él, pero que comparten una misma pasión de buscar la felicidad por todos los rincones del día. Y encontrarla, a veces.
Si ahora estoy calentito en mi habitación es porque Danielle tapó con silicona los agujeros de la ventana, y me ayudó a reemplazar un cristal roto.
Si ahora está habitación es lo que es, pues es porque, entre otras cosas, Danielle y Álex me hicieron pasar una noche memorable alrededor de un poco de marihuana y una botellita de orujo y un poster de Marilyn Monroe y una postal de un videoclub.
Me da pena que marches, Danielle. Me da pena, porque me recuerda que, un día, también yo me marcharé de aquí, pero para siempre. Me iré de esté piso para vivir en otra parte, un día.
Y entonces, ¿dónde estarás tu, amigo? Como muchos otros amigos que he ido dejando atrás, junto a muchos otros lugares, a lo largo de mi vida, como muchos otros tú también te desvanecerás, Danielle. Tú también serás un recuerdo de lo que fué.

Y yo no sé si esto es bueno, o es malo. Mientras tanto, que tengas un buen viaje, vecino, aunque no haga Sol.

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