jueves, 17 de diciembre de 2009

Tarde analógica de domingo

El domingo José Ángel nos invitó a pasar la tarde en su casa. El objetivo: construir un esqueleto de barro. Las personas: sus deliciosas compañeras de piso, un pitoniso gay muy simpático, la Melendi, Landiman y Malena la bella.

El resultado fue este:



Al terminar con el esqueleto, cogí la guitarra y me puse a tocar y cantamos juntos, y una chica junto a mí tocaba el xilofón, y supimos conectar.

El pitoniso gay nos fue leyendo el tarot a todos, menos a mí. Yo escuchaba, y las cartas que leía a los demás me parecía que me las leía a mí. Fue divertido, y a la vez algo perturbador.

(Aunque para perturbadora, La Celda 211,  ayer la vimos en Madrid con Cris.  Conviene no verla solo, más que nada porque así uno puede realizar alguna mirada cómplice de vez en cuando, y compartir unas palomitas, y la película no te machaca tanto, porque hay otra vida más allá de la pantalla.)

Mis fines de semana son últimamente analógicos. Procuro atender poco o nada el teléfono, mantenerme lejos del alcance de internet, y dedicarme a tomar fotos, tocar, leer, escribir, ver El Padrino en la filmoteca. Celebrar el cumpleaños de un amigo que ha sido padre y sale con su mujer y con todos nosotros después de muchos meses.

Mi semana laboral no es para nada analógica, por eso hasta cierto punto hoy he agradecido que el internet móvil no funcionara en el AVE de camino a casa. Cris, fiel a su leyenda, se ha dormido plácida, y yo he sacado El guardián entre el centeno, y la he leído con el mismo placer que a los 16 años, cuando ni siquiera sabía que existía una cosa llamada internet.

En la industria de internet sobretodo, suele confundirse comunicación con conexión. Yo reivindico el tomarse necesarios momentos de calma, estar con alguien y no tener que decir muchas cosas, pero estar a gusto.

Tomar unas birras, hablar sin tener que demostrar nada, por el puro placer de compartir un pensamiento o un momento.

Hoy, al regresar de Madrid, Landiman me ha pedido fumar juntos un rato. No teníamos papel, así que aunque estaba agotado, hemos bajado al paki, y hemos comprado papel y lo hemos liado. Y hemos empezado a fumar y caminar dando vueltas a la manzana. Al final hemos caminado durante más de una hora, y no hacía frío y hacía mucho frío a la vez.

Ahora tan sólo me queda terminar de escribir, y procurar dormir un rato.

Y pensar que el mundo bien vale esos pequeños momentos cómplices en que nos sentimos unidos, estando muy lejos.

2 comentarios:

  1. tomarse el tiempo de hacer un esqueleto de tiempo, sí senyor

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  2. querida leli... pronto recordaremos juntos los esqueletos del tiempo...

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