Hoy he releído otra vez episodios de este blog, y finalmente, me quedo con el comentario del día en que fui a ver Melinda y Melinda a la filmoteca por segunda vez. Me obsesiona un diálogo de la película: una lágrima cae por la mejilla de Melinda, y Ellis le pregunta si es una lágrima de felicidad o de tristeza. Y Melinda responde: ¿acaso no es la misma lágrima?
Me parece que este es el único misterio de la vida que vale la pena explorar. La felicidad y la tristeza a un mismo tiempo es el gran tema de mi vida últimamente, el lugar donde parezco haberme instalado definitivamente. La materia y la antimateria, el blanco y el negro, el ying y el yang, la felicidad y la tristeza, la cara y la cruz, la soledad y la compañía.
Es curiosa nuestra obsesión por buscar dualidades en todo. Parece que la unicidad nos espanta, o la consideramos incompleta, cuando en realidad es todo lo contrario. Tristeza y felicidad nos son más que meras abstracciones que construímos a modo de sistema de coordenadas que nos ayuden a navegar por el mundo.
Por eso, quizás, nos espanta tanto el tiempo. Por que por definición, el tiempo es uno y único, y avanza siempre en la misma dirección. Que no exista el contrario del tiempo, igual que el negro es el contrario del blanco, nos aturde porque otorga un significado único a nuestras vidas: vivir hasta morir, y el tiempo como nexo entre la existencia y la nada, entre la consciencia y la inconsciencia.
Ahora, mientras fumo, pienso que el secreto quizás sea aceptar naturalmente la dualidad de las cosas, y de algún modo esto es lo mismo que negar la existencia de tal dualidad. Felicidad y tristeza no son dualidades, son una única lágrima.
Como bien nos dice Melinda, no existen lágrimas de tristeza o lágrimas de felicidad. En primer lugar, porque se puede ser muy feliz expulsando lágrimas de tristeza; en segundo lugar, porque la felicidad y la tristeza pertenecen a una realidad diferente, acaso superior, de la lágrima.
El problema es que nosotros pertenecemos a la misma realidad que la lágrima, la realidad de las cosas, digamos. Y lo que nos confunde es que, siendo como somos simples cosas, seamos capaces de tocar esa otra realidad, la realidad de la felicidad y la tristeza, la realidad del deseo, de los sentimientos, la realidad etérea.
Y no estamos acostumbrados a mezclar realidades diferentes. No, eso va contra el método científico, ese maldito método que hemos interiorizado tanto que nos hemos olvidado que se trata de un simple método. Un método que excluye la realidad del sentimiento, y que por lo tanto lo desprecia. Causa y efecto, ensayo y error.
Por eso, Jacques, no aceptaste el I Ching, porque las únicas matemáticas que incluye son las del azar. Pero recuerda: el método científico es sólo un método. Es útil, es cierto, pero no deja de ser una opinión limitada, como toda opinion, por la boca de quién la pronuncia.
El pensamiento ecológico, por ejemplo, no se fija en los componentes químicos de las hojas, si no que ve las hojas de los árboles de un bosque como parte de un sistema y de un mundo, en perpétua conexión e intercambio con el medio. El método científico acaba dándole nombre a cada molécula, a cada átomo de las hojas de los árboles del bosque. El método sistémico, ecológico, acaba advirtiendo del fin de los bosques en un mundo capitalista industrializado.
Intentemos olvidar la causa y el efecto, la tristeza y la felicidad, así, aislados. Aceptemos, aunque duela, que no existe felicidad sin tristeza, tristeza sin felicidad. Se trata sólo de conceptos, palabras, instrumentos que nos sirven para conectar con una realidad que no existe.
Entonces, quizás, podré inventar un nuevo concepto que incluya felicidad y tristeza a un tiempo, sueño y ganas de estar despierto, amistad y ganas de besarte, camino y encrucijada, tabaco y marihuana. Esa nueva realidad soy yo, bueno como diría Ingrid, soy yo y los que me rodean, lo que me rodea. Esa realidad es mi mundo, mi existencia, y son también las realidades que percibo a través de la mía, mezcladas con la mía, las realidades de quienes conozco, y de mis otros yoes.
Aprender a vivir es aprender que la realidad puede ser tan simple como queramos. Durante este año 2005 he aprendido que el amor es una forma de vencer la soledad. Pero esto no lo hace menos hermoso, más bien al contrario: es lo más hermoso que existe. No estar solo, pertenecer al mundo, como una música: ser.
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