miércoles, 28 de junio de 2006

Deambulando

Ando deambulando entre las últimas horas de la noche, perezoso por dormirme, esperando un último acontecimiento antes de que este dia termine. Me sirvo un vasito de whisky, y apuro mi sueño. Deambulo porque la vida a veces es fácil y te sonríe, o es cabrona, y deambulas como el que espera en un aeropuerto.

Yo he deambulado mucho por aeropuertos, por el mueble bar y los lavabos de aviones transcontinentales, espacios absurdos del mundo moderno donde la gente se cruza y se mira cómplice o indiferente, que a veces es lo mismo.

Mi cabeza está llena de palabras no dichas, de pensamientos inacabados que me persiguen en busca de una salida. Y sin embargo, logro estar tranquilo en esta noche, en un frágil equilibrio que hace ya unos meses que dura.

Tengo una buena vida, aunque a veces me asuste pensar que puedo estar dejando pasar el tiempo demasiado deprisa, que estoy dejando dominarme por el tiempo, por la sensación de que cada cosa irá terminando hasta dejar paso a un equilibrio perfecto en dónde sólo ya mis instintos no se encuentren a gusto.

La moral no es más que otra formulación del paso del tiempo. Por eso es importante conservar el gusto por los vicios: el tabaco, el alcohol, un porrete, una noche de vino y palabras, acaban siendo los últimos actos de rebeldía que cometemos de mayores. Yo lo veo en mi padre: sólo puede rejuvenecer a través de los vicios, y cuando se aleja de ellos sólo le queda la amargura de que lo mejor ya ha pasado.

Pero no me preocupa ahora. Tan sólo escribo un rato, es placer suficiente.

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