Regreso a mi cama a las séis de la tarde. El sol dora las paredes, y la falta de sueño nubla mis ojos. Desplomo mi cansancio en las sábanas calientes. Un dulce olor acaricia todo mi cuerpo: es el olor de la juventud, tu cuerpo.
Duermo, y cuando despierto la cama es de nuevo la cama azul impregnada de sudor. Me mojo la cara en el baño; séis largos cabellos negros agrietan la cerámica blanca del lavamanos.
Y entonces sonrío y pienso que la juventud no es divina, ni tampoco tesoro. Tan sólo un olor que acaricia mi cuerpo y enciende el fuego del recuerdo.
creo que conozco a la juventud de la que hablas. un tesoro. y esta divina.
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