A Vicente GallegoDurante un meditado desayuno,
en una portentosa mañana de verano
-la gloria de un verano escolar y salvaje-,
pelé la fruta lento, fervoroso.
Sabia ya que el verano y la fruta
son tesoros a flote de un paraíso hundido.
Y cuando satisfecho la mordí,
apareció su hueso descompuesto,
su carne corrompida y su gusano.
Para la mayor parte de este mundo,
una anécdota así no es más que un accidente
del mundo natural, y para otros
una amarga metáfora
en donde se resume la existencia.
Quién sabe...
Ahora recuerdo
aquella noche en que me desperté
confundido de un sueño en donde había agua,
y encaminé mi sed a la cocina.
Como un resucitado di la luz,
aproximé mis labios hasta el agua
y, justo en el instante en el que fui a beber,
alcé la vista y vi a la cucaracha sobre el grifo,
observándome, ciega, entre los ojos.
Quién sabe, otro accidente...
Aquella cucaracha
todavía me observa, complacida,
detrás de la mirada de algún tipo,
desde detrás de los absurdos límites
de la podrida carne de los días.
Carlos Marzal
De "Los países nocturnos" 1996
Por suerte, en casa he logrado exterminar a las cucarachas gracias a un veneno que les da una muerte lenta, de modo que tienen tiempo de regresar a su nido, infectar a todas las demás, y luego morirse en paz. Me gustaría conocer a un inventor de venenos.