Dice landiman que no le gusta que en mi última entrada describa las lágrimas como amargas. "Las lágrimas son... saladas", me ha dicho. "Pero no son amargas".
Tiene razón, las lágrimas son saladas, y el adjetivo "amargas" tiene connotaciones demasiado manidas literariamente.
Entonces hemos hablado un ratito, y se me ha ocurrido que escribo este blog igual que toco la guitarra. Las "lágrimas amargas" de las que puedo hacer uso en tantos textos, son como las mismas frases de blues que repito hace tiempo. Lugares comunes, que sin embargo te hacen pasar un buen rato tocando, un buen rato escribiendo.
Las lágrimas son saladas, dice landiman, y algo extraño pasó cuando se creó este mundo para que mar y lágrima contengan el mismo elemento, añade.
Las lágrimas son saladas, y el caldito de tu cuerpo tiene un gusto metálico, adictivo. En eso sí que ha estado de acuerdo landiman.
Entonces he pensado que recuerdo mucho mejor el sabor de tu líquido más íntimo que el sabor de tus lágrimas.
Y me ha hecho feliz, porque eso significa que mi cerebro funciona. Que ya ha entendido que es mejor recordar las lágrimas de tu sexo que las lágrimas de tus ojos.
Y que ahora ya puedo olvidarte.
Guau
ResponderEliminar¡cuánto tiempo! me alegra que después de tanto tiempo, sigas viniendo por aquí. un abrazo.
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