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Hoy he leido que escribir mentalmente es signo de locura incipiente. Asi que yo debo estar volviendome loco, porque ultimamente no paro de escribir mentalmente, a todas horas, mientras ando por esta ciudad infame y deliciosa a un tiempo. Sucede de repente, sin previo aviso, un acto reflejo igual que mover las piernas ciclicamente para andar.
Empiezo a caminar y ya veo en mi cabeza una mano que escribe, porque cuando escribo mentalmente siempre es a mano, aunque yo no creo que el detalle signifique nada en especial. La mano escribe y entonces se me aparecen montones de palabras alineadas, y voy leyendo frases en el papel de mi corteza craneal, y pierdo toda conexion con la urbe y con las calles y con las gentes y con los reflejos de los rascacielos en el agua de las aceras, y con las aceras y con los taxis locos, todos iguales, todos Toyota de los anyos ochenta, rojos y blancos, cuatro puertas, conducidos por maniacos con jornadas de 16 horas, sonrientes y felices de haber dejado atras la mainland, la China querida de los intelectuales izquierdosos de mierda de occidente.
Y ustedes saben bien que una relacion sin sexo es como un helado demasiado frio o demasiado caliente. El helado, de nata con nueces o de mango o de avellana o de pistacho. El helado, y esos dos o tres minutos en que alcanza su temperatura perfecta, su tacto perfecto, y nuestra boca lo acoge en todo su esplendor, extasiada, toda gusto, en conexion directa con la libido cerebral, y el placer es solo comparable al roce de los sexos en los momentos que preceden al orgasmo, a la descarga, al deshielo del helado semifredo, flacido, felizmente derrotado, deshecho.
Loco, loco, loco ando y escribo y sorteo a los malditos taxis y desde un puente tomo una fotografia en blanco y negro de una princesa china que corre para coger el autobus. Y de postre, helado.
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