jueves, 24 de agosto de 2006

Taxis, helado, sexo




Hoy he leido que escribir mentalmente es signo de locura incipiente. Asi que yo debo estar volviendome loco, porque ultimamente no paro de escribir mentalmente, a todas horas, mientras ando por esta ciudad infame y deliciosa a un tiempo. Sucede de repente, sin previo aviso, un acto reflejo igual que mover las piernas ciclicamente para andar.

Empiezo a caminar y ya veo en mi cabeza una mano que escribe, porque cuando escribo mentalmente siempre es a mano, aunque yo no creo que el detalle signifique nada en especial. La mano escribe y entonces se me aparecen montones de palabras alineadas, y voy leyendo frases en el papel de mi corteza craneal, y pierdo toda conexion con la urbe y con las calles y con las gentes y con los reflejos de los rascacielos en el agua de las aceras, y con las aceras y con los taxis locos, todos iguales, todos Toyota de los anyos ochenta, rojos y blancos, cuatro puertas, conducidos por maniacos con jornadas de 16 horas, sonrientes y felices de haber dejado atras la mainland, la China querida de los intelectuales izquierdosos de mierda de occidente.

Y ustedes saben bien que una relacion sin sexo es como un helado demasiado frio o demasiado caliente. El helado, de nata con nueces o de mango o de avellana o de pistacho. El helado, y esos dos o tres minutos en que alcanza su temperatura perfecta, su tacto perfecto, y nuestra boca lo acoge en todo su esplendor, extasiada, toda gusto, en conexion directa con la libido cerebral, y el placer es solo comparable al roce de los sexos en los momentos que preceden al orgasmo, a la descarga, al deshielo del helado semifredo, flacido, felizmente derrotado, deshecho.

Loco, loco, loco ando y escribo y sorteo a los malditos taxis y desde un puente tomo una fotografia en blanco y negro de una princesa china que corre para coger el autobus. Y de postre, helado.

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