He salido de casa de Jorge atraído por la música de Miles Davis en la plaça del Diamant. Pero no he visto a nadie, así que he seguido hasta tomar Verdi, y luego he torcido por Providència a la derecha. Había dejado de llover y la gente salía de nuevo a la calle, "como los caracoles tras la lluvia" he oído que decía algún vecino. Son las fiestas de Gracia, y la gente quiere salir, claro.
Caminando, he encendido un cigarrillo y he comenzado a pensar en la forma de este post, en las cosas que podría decir. Como por ejemplo, un pobrecillo que me ha tocado al lado, y que iba relatando el origen gitano de Gracia a su acompañante, fémina, curiosa por conocer la realidad del barrio de hace 500 años. O más bien indiferente e incluso molesta, pensando en por qué los demás viandantes iban todos con una cerveza en la mano y una sonrisa en la cara. Gitanos.
Y bueno, entonces he visto que Ada, así sin hache, venía caminando por la acera de enfrente. En ese momento me ha parecido lo más natural, y la he llamado y la he saludado y me ha dicho que iba para casa de Jorge a encontrarnos, porque ya sus amigos se habían ido. Y bueno, pues yo ya me iba para casa, Ada, pero podemos tomar una última cerveza. Y en el banco de la plaza Ada me ha contado que la habían llamado para un nuevo trabajo, y "no sé qué hacer".
((Ada, preciosa con su chaqueta de estampado militar muy clarito, sobre fondo beig. Y con sus ojos oscuros y el pelo muy estirado para atrás, con el clip, dejando descubierta la frente. Las gafas negras con reflejos blancos, los pantalones fucsia con pata de elefante, que lo malo que tienen cuando llueve es que se mojan todos por abajo. Zapatos negros esta vez, los mismos que todas las veces que estuviste en casa.))
Pero estábamos como cansados, y en lo que terminó la cerveza nos pusimos a andar de nuevo, esta vez en el mismo sentido, esta vez camino a casa. Y en la esquina con Escorial me he despedido de Ada por segunda vez, nos vemos en Septiembre. Y he cruzado, de nuevo solo, sin acento y hacia el coche, y he pensado en que te acababa de decir que te echaría de menos. Y es cierto, he pensado mientras entraba en el coche y ponía en marcha el acelerador y la radio.
Barcelona tras la lluvia tiene la magia de las ciudades que te atrapan. Te atrapan, como una noche con Jorge, o con Ada. Te atrapan, porque están hechas a tu medida, con tus pasiones y tus tristezas y tus alegrías mezcladas en su asfalto, en su piel, en una camiseta blanca, en unas pizzas del paki.
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