Hoy cumplo 27 años, y este blog, 2 años. Me parece increíble todo lo que me ha sucedido en estos 2 años. Cuando creí que mi vida estaba resuelta... en Londres, en un barrio judío junto a dos italianas deliciosas, cocinando pasta cada puto día (por ausencia de pasta, graciosa paradoja) pero viviendo como un señor. Recuerdo ir a unas cuantas obras de teatro y musicales aprovechando los stand by tickets, las entradas que dan durante los últimos cinco minutos antes de empezar la obra. Un día, con Grace, conseguimos dos entradas de 50 libras cada una (diez mil pelas!) por tan sólo 8 libras. Y nos sentamos en esos asientos, rodeados de gente de pasta con sus trajes y sus rollos, y nos sobró dinero para tomar unas copas en el intermedio de la función.
Elegantes y enamorados: quizá sea este el secreto de la vida. Lo es ahora para mí. A mis 27 años, tomo este rumbo. Quizá en unos meses esté viviendo en un loft en Hong Kong. Quizá siga en Barcelona, viviendo con Landiman a diez minutos de los sofás y la buena música del It. Quizás me decida por la marihuana y los campos de amapolas de Delf. Pero siempre, con elegancia. No con la elegancia del dinero o las palabras buenas. Sino con la elegancia de la simplicidad y el alma transparente. Con la elegancia de la complicidad, del buen rollo, de la independencia, de la sinceridad. Con la elegancia, a fin de cuentas, del don de saber vivir la vida sin complejos. Al máximo. No porque la vida se nos escape, sino porque merece la pena. Merece mucho la pena. Y tengo el don de saber disfrutarla. Y por eso, a mis 27 años, brindo por mi vida, y por mí. Porque soy la hostia, y estoy orgulloso de ello.
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