Empezó el viernes a las 16:30h. Justo al mismo tiempo en que recibía un sms diciéndome que estoy como una cabra, por el otro teléfono me reconciliaba con mi novia. Curiosa coincidencia. Luego comí e hice la maleta, cuidándome de llevar conmigo mi pequeña libreta roja, la misma libreta que compré en Sant Cugat una tarde aburrida, y que estrené en un magnífico café que aún conserva un aire antiguo, escribiéndole una carta a mi querido jojo.
Muchas horas más tarde, escribí lo que sigue en la mencionada libreta:
"Es la hora tranquila de la noche. Todo está tan silencioso que me parece que oigo el ruido de la luz de la bombilla. Aquí estoy, en este pequeño pueblo donde la gente con dinero de la cuidad construye sus casa y sus vidas alejadas del ruido y del cemento.
Hemos cenado en el jardín: sardinas a la brasa, embutidos y tomates que saben como tomates: aliñados con sal y aceite, son insuperables. Durante la cena, he pensado en ti, y también en ti.
Hace tres veranos, ¿recuerdas? Estuvimos aquí unos días, y pisamos la hierba verde que hoy he buscado nada más entrar en casa. Cada vez que regreso a esta casa, tras dejar la maleta en mi habitación, lo primero que hago es salir al jardín a respirar el olor a hierba, y te veo junto al olivo, y recuerdo tu sonrisa y cómo nos abrazábamos y nos besábamos, con la sinvergüenza de la felicidad encontrada.
Esta tarde me has dicho que tienes tantas ganas de pasear conmigo, de cenar juntos, de ver una película en el sofà y acariciar mis manos, de hacer el amor otra vez y decirme que me quieres mientras abrazas mi espalda. Que tienes ganas de volver a viajar conmigo y planear, en la cama, la ruta del día siguiente.
Por un momento, he dudado. Y finalmente te he dicho que sí, que yo también te quiero y que fui débil y cobarde al dejarte. Y tu has vuelto a creer en mi mentira, confiando en que el milagro de la primavera alargue nuestra agonía unos días, unos meses, unos años más."
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