Lost in translation habla del amor como la traducción de una imagen en un determinado contexto y en un determinado momento de nuestra vida. El amor como algo concreto, tangible, un sentimiento ligado a un espacio y un tiempo específicos.
La última escena en el bar del hotel: Charlotte y Bob se miran y nosotros esperamos el beso que no llega. Hacía tiempo que no sentía ese preciso instante en el cine, ese instante en que te miro y me miras, y pensamos en el beso que no dimos, pero siempre más tarde, solos, camino a casa. El amor es ese beso, y ese regreso solitario a casa.
A menudo te miro como mira Bob a Charlotte, y me pregunto si tu me miras como ella. No soy capaz de traducir tu mirada, o quizás sí, pero me asusta y me pierdo, como Bob.
Es inútil, entonces, preguntarse qué hubiera sido de nosotros unos años antes, porque unos años antes no nos hubieramos mirado como ahora.
Sólo cabe esperar el abrazo final, y las palabras susurradas en la mañana insomne de la ciudad. Quizás, cuando nos abracemos y te hable al oído sabremos, sólos tu y yo, qué le susurra Bob al oído de Charlotte.
Y el sabor de tus labios, y la conciencia de los míos.
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