Hace unos días he empezado a escribirte otra vez en castellano. Apenas recuerdo los trazos exactos de tu cara, tu cabello desarmando mis manos en el caos de una tarde junto a ti. Me dijiste que nunca te había sucedido algo semejante, y yo te creí porque éramos jóvenes. Sí, yo te creía y tú sabías decir las verdades piadosas. Ahora ya no te creo, ahora ya no creo en nada y por lo tanto nada me queda. Esto es lo que has sabido hacer conmigo, vida mía.
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