miércoles, 22 de febrero de 2006

Hoy cierro

Hoy tengo un dia de esos de cerrar el blog. Ese estado de ánimo de decirle al mundo lo mal y lo agobiado que estás, y ser borde y comportarte ariscamente. Lo que más me cabrea es que no sé por qué coño me he puesto de mal rollo de repente. Porque ha sido de repente y por un cúmulo de jilipolleces, me he cruzado con el mundo, y entonces ya no hay manera: una cosa me ha llevado a otra, he roto todos los planes para el día, incluso he pasado de ir a ver el puto partido del chelsea-barça... y todo para acabar aquí, pudriéndome un poco más los pulmones y lamentándome de mi propia vida.

Me molesta no saber controlar más mi estado de ánimo, pasar de la alegría al desencanto en un segundo. Me molesta porque me hace pensar que vivo en un mundo de felicidad ficticia, y que cuando como hoy, me rallo, es cuando vuelvo a la puta realidad y descubro la manta de la ficción.

Un par de detalles, tan sólo un par de detalles hoy me han desconectado del mundo feliz, y han desatado toda la rabia que llevo dentro, toda la amargura. Una amargura negadora, egoísta, infantil. Y entonces descubro una parte de mi personalidad que amo y odio al mismo tiempo.

Hace tiempo que lo repito, soy pesado, lo sé. Pero debo deshacerme de mi mundo ficticio, de las ilusiones de mi egoísmo, de buscar mi seguridad en la admiración constante de quienes me rodean. Es todo tan absurdo... Cuando a veces he querido cerrar este blog, en realidad he querido cerrar mi mundo imaginario. Pero entonces me doy cuenta que mi vida no tiene sentido sin este mundo. Sin imaginación, mi trabajo se me muestra como lo que es: puro aburrimiento. Sin imaginación, dejo de valorar la amistad. Sin imaginación, ya no soy capaz de amar.

En fin, me acabo el cigarrillo, y volveré al puto mundo imaginario. Qué asco de vida cuando comprendes que la realidad nunca es tan bonita como la creación. Hacer de la vida arte es, para mi, vivir siempre en un futuro que nunca logro alcanzar, porque siempre es futuro. Llenar mi vida diaria de deseos, de risas, de palabras bonitas... para acabar siempre sólo e insatisfecho.

Pero es la vida que me ha tocado, y supongo que todavía estoy aprendiendo a valorarla positivamente. Me cuesta, me cuesta mucho, de verdad. Me cuesta mucho aprender a valorarla, y a estar siempre arriba, dispuesto a echar una mano sincera. Todavía necesito hundirme de vez en cuando para poder volver arriba, arriba de todo.

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