Estos días están siendo demasiado contínuos. Me cuesta encontrar un momento de calma. Mi cerebro no descansa, y tampoco lo hace mi corazón. Llego a casa y sólo deseo levantarme sin sueño el día siguiente, pero no consigo trabajar ni tampoco descansar.
Y además, vuelvo a sentirte tan lejos... es muy duro querer tanto y no poder dar ni siquiera un abrazo. Acaba uno algo desquiciado, acaba uno deseando cualquier abrazo. Pongo a Tracy Chapman y quiero escucharla contigo, y luego suena Pink Floyd y claro, I wish you were here. Cosas del iTunes, malvado disk jockey.
Querer a 12,000 kilómetros de distancia es como tener un montón de trabajo pendiente: siempre pensando que nada es permanente porque todo está por hacer. Lo que más me gusta de terminar lo que comienzo es el placer de saber que todo fue bien, que fui otra vez capaz de hacerlo bien. Lo que más me gusta es sentir que he terminado, y que tengo derecho a estirarme en el sofá con los brazos en la nuca, sin absolutamente ninguna preocupación en la cabeza.
Pero el amor, cuando se tiene, cuando se consigue, ¿acaso nos da esta paz? ¿Acaso entonces, estarás mejor estirado junto a ella?
Este blog ya no me da esa paz, ese encuentro puro conmigo mismo: es demasiado público para permitirme pensar libremente.
Bueno, vuelvo aquí después de haber pasado un buen rato fumando. Mañana voy a tener que trabajar otra vez, pero hoy lo pasé bien vagueando, escuchando música por escuchar. Así que seré coherente, y en vez de dar coherencia a esto que he escrito, voy a sentarme a escuchar la canción que ahora suena. Y apretaré en "publicar", y no les diré de qué canción se trata.
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